El vino, por si solo, es una experiencia íntegra que involucra todos los sentidos. Si esa experiencia, además, la desarrollamos en una bodega, el momento puede ser memorable. ¿Tienen en cuenta las bodegas el significado, y el potencial, que este momento encierra para sus potenciales consumidores/clientes?
El enoturismo es cada vez más importante para los productores de vino. En California se ha estimado que contribuye con $ 2 mil millones anualmente a la economía. Las Rutas del Vino de España han aumentado sus ingresos en más de un 15% según tourism-review.com. El Silicon Valley Bank publicó recientemente un informe que muestra que el 60% de las ventas de las bodegas estadounidenses son directas a los consumidores (DTC). En nuestro país, según datos del Observatorio Vitivinícola Argentino –comentados aquí de manera breve- en la última década, entre el año 2009 y 2019, la oferta del enoturismo creció de forma tal que los servicios ofrecidos en las bodegas se empezaron a complementar con otros servicios de la región, naciendo así el concepto de ruta del vino y de enodestino.
Por su parte se comienza a trabajar en directrices de calidad para bodegas y en políticas de desarrollo y promoción del producto enoturismo.
Según estos datos, en 2013 existían en la Argentina 200 bodegas con apertura turística, de las cuales el 62% se encontraban en Mendoza. Respecto a los visitantes a bodegas en la Argentina, en el mismo informe se menciona que hubo 1.445.754 visitas a bodegas en el año 2013. Indicando que el turismo del vino ha crecido en forma constante desde el año 2004 al año 2013 y las provincias que alcanzaron mayor desarrollo fueron principalmente Mendoza y Salta. Siguiendo con los datos de este informe, cuya medición de datos fue retomada en 2017, cuando se empezó a implementar el Plan Operativo de Turismo del Vino: “Argentina Tierra de Vinos», la cantidad de enoturistas durante 2017 fue de 1.647.081.
Retornando al plano internacional general, es importante destacar que el vino se vende cada vez más directamente a los consumidores y cada vez más a los bebedores de vino lejanos al país de producción. Hoy en día, casi el 40% de todo el vino se consume en un país diferente al de su elaboración. En 2000, la cifra era solo del 22%. En este sentido, estudios indican que el «efecto visita» influye en la posterior compra de vinos en el país de origen de los visitantes, de acuerdo a las experiencias vividas con anterioridad, en sus visitas a bodegas.
Asimismo, el enoturismo es cada vez más una fuente importante de ingresos directa o indirectamente y generador de “experiencias” en los consumidores. Por supuesto, contribuye a las ventas en el lugar, pero quizás lo más importante es que también es un proyecto a largo plazo para que una bodega se involucre en la construcción de una marca y establezca una relación con los clientes. Eso es más importante que los ingresos a corto plazo en un contexto de globalización cada vez más notorio en el cual resulta fundamental el establecimiento de marca y, a su vez, el compromiso que esta pueda aportar a sus consumidores en diferentes planos.
Ahora bien, teniendo en cuenta esta introducción, cabe analizar cuáles son las variables de turismo que las bodegas pueden aplicar –y que disfrutamos en muchos establecimientos de Argentina- y cuáles los tipos de turistas que recorren estas bodegas o “rutas del vino”.
Primero, tomemos el «lado de la oferta» del enoturismo, las bodegas. En este sector, las propuestas se podrían dividir en 4 categorías diferentes y, teniendo en cuenta, una bodega que aún no comienza a recibir visitantes, debe ser consciente de en qué tipo de proyecto se involucraría para desarrollar este segmento de mercado.
Enoturismo de “puertas abiertas”
Recepción de personas para catas de vino y visitas a bodega. Un tipo de turismo básico, en el cual no se comprometen muchos recursos y que puede resultar en una experiencia agradable pero que no genera un recuerdo a mediano/largo plazo. En este punto, vienen a mi memoria las visitas que hacía, como guía, a comienzos de la década de los noventa, a la emblemática bodega Trapiche (cabe aclarar que esas visitas no eran al edificio actual, tan premiado, sino a uno que es contiguo). Grupos muy numerosos, un guía de bodega adelante del mismo, un recorrido por las partes importantes de la bodega y, finalmente, un mesón extenso con todas las variedades de vinos de la bodega, una explicación sencilla sobre cómo degustar y el orden sugerido. Fin de la experiencia.
«Edutainment» (educación + entretenimiento)
Esto es algo más, un poco más complejo y organizado que “solo una visita” y que puede generar experiencias en las que los visitantes se comprometen en aspectos importantes durante la visita. Por ejemplo: sesión de cortes de vinos, degustaciones comparativas desde barricas y tanques, participación en la vendimia, clase de cocina y maridaje y otras variadas opciones.
Enoturismo “multiexperiencia”
Son proyectos de gran presupuesto, a menudo con contenidos mixtos que también incluyen el enoturismo “general” y que agregan experiencias importantes a través de las cuales el visitante puede pasar mucho más tiempo en la bodega. Por ejemplo, restaurante, hotel, museo, spa, etc.
«Eventificación»
Esto se refiere a eventos únicos centrados en el vino. Por ejemplo: festivales del vino, encuentros gastronómicos, festival de la cosecha del pueblo, feria de vinos y productos afines, etc.
Cruzando al otro lado, el de la demanda del enoturismo está el enoturista. Y allí se pueden encontrar, básicamente, 4 perfiles de visitantes a bodegas:
“The Wine Geeks”
Conocedores: quieren saberlo todo. El vino es el único propósito y suelen visitar varias bodegas en un corto período de tiempo, habiendo armado la “lista de preferidas” con antelación al viaje.
El Gastro-Turista
La comida y el vino son un elemento importante y busca disfrutar de diferentes experiencias culinarias en diversas bodegas.
El turista informal
Que pasa por ahí y dice…»estamos en una región vinícola, así que visitemos una bodega». En el caso de Mendoza, es un tipo de visitante que toma la clásica excursión de medio día con visitas a dos establecimientos (Maipú y/o Luján en la mayoría de los casos) y que suele incluir, también, una olivícola.
Esto es algo que a veces se olvida. No todos los enoturistas son iguales. No todos los enoturistas quieren el mismo tipo de experiencias. Y muchas veces encuentran en una visita de día completo, que pueden incluir tres bodegas, experiencias muy similares entre sí. Aquí cabe mencionar que las bodegas pueden trabajar en forma conjunta buscando desarrollar y ofrecer, luego, experiencias combinadas.
Entonces, ¿qué puede hacer una bodega para que un proyecto de enoturismo tenga éxito?
Por supuesto, no hay una respuesta única a esto. Depende del proyecto y también depende de la ubicación. Quizás el factor más importante en un proyecto de enoturismo exitoso es la colaboración. El enoturismo es un poco como las redes sociales. Si estás solo en Facebook, no te interesa. Pero si somos muchos, empiezan a suceder cosas. El efecto red. Del mismo modo, cuantas más bodegas, restaurantes, museos, hoteles, oficinas de turismo, vinotecas y otras tiendas, etc., estén involucradas y cooperen, mejor funcionará. Quizás eso no sea algo fácil de hacer si la mentalidad de uno se centra en competir en lugar de colaborar.
También hay algunas otras palabras clave a tener en cuenta para la bodega: compartir con el visitante, entusiasmo, autenticidad.
No hay que tener miedo de no tener una bodega “bonita” o una sala de degustación perfectamente organizada. Siempre que la gente de la bodega esté preparada para compartir su historia con los visitantes, funcionará incluso en la bodega más simple. El valor de compartir historias, que en Argentina se encuentran en tantas bodegas por la antigüedad de los establecimientos, puede resultar en un diferencial importante.
El enoturismo, como cada día más en todos los segmentos de viajes, se trata de brindar a las personas una experiencia memorable. Y una experiencia personal. Algo para recordar. Algo para llevar a casa (quizás físicamente: una botella de vino); pero lo más importante: algo en la memoria y, especialmente, en el corazón. Algo que les hará recordar la bodega y los vinos y que les hará hablar de ello una y otra vez con cuantas personas se encuentren a compartir unas copas.
Por supuesto que me encantaría leer tus experiencias en torno al turismo del vino. Ya sea como visitante a bodegas o como parte de los servicios ofrecidos, si estás del «lado de adentro» de la oferta enoturística.
Porque en #NacionVino, todos formamos parte de este estilo de vida y lo disfrutamos en cada detalle. 😉